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YO... FUI LA MEJOR.




Yo fui la mejor...

Antes de pensar en mi soberbia, quisiera que sigas leyendo.

Yo, fui la mejor.

Fui la mejor maestra que pude.

Este año, fui la mejor.

Di todo lo que tenía para dar, horas extremas de la noche, lugares inéditos de mi casa, todo eso lo convertí en mi sala secreta donde se desataba la magia...

No me guardé nada, todo lo puse, por eso digo, sostengo y repito...

Yo, fui la mejor.

Fui la mejor que pude ser, porque no me dejé nada guardado, no escatimé en recursos físicos, humanos, económicos, emocionales, espirituales.

Fui la mejor equivocándome, ensayando, frustrándome y riéndome de mis propios errores.

Fui la mejor pidiendo ayuda, reconociendo mis limitaciones y aceptando desafíos.

Fui la mejor aún cuando no pude saber si lo que daba llegaba con éxito a destino. Aprendí a dar sin esperar el resultado, a brindarme en cada propuesta y a concentrarme en la riqueza de lo que hacía...

Fui la mejor diseñando caminos, pensando la manera de seguir enseñando desde casa cuando el mundo parecía haberse detenido...

Fui la mejor preguntando por ese niño o esa niña que hacía rato que no aparecía por zoom, ni por mail.

Fui la mejor con cuanto programa de edición nuevo aparecía, en cuanto grupo de educadores tiraba una línea o más que eso, una tabla donde anclarme cuando el naufragio parecía inminente...

Fui la mejor ayudando a otros cuando las ideas se acababan...

Fui la mejor cuando me sentí la mejor, y fui la mejor cuando me sentí la peor...

Fui la mejor en mis mejores días y en esos que no eran tan buenos...

Fui la mejor cuando me sentí cómoda en casa y cuando añoré los abrazos en la sala...

Fui la mejor contando cuento, contando cucharitas, sembrando semillas de zapallo, cantando María Elena, inventando búsquedas del tesoro...

Fui la mejor sin lugar a dudas.

No sé si la mejor del mundo, pero sí la mejor maestra que habita en mí.

Fui la que nada se guardó y la que todo lo soñó.

La que lloró al finalizar con una fuerza mayor a todos los años.

La que siente en el cuerpo el peso de ocho meses multiplicados por mil.

La que se dejó a veces el pijama abajo del delantal.

La que en su último encuentro imaginó con los niños y niñas un mundo ideal, muy parecido a lo que antes era el mundo normal.


Tantos años soñé con ser la mejor maestra...

...quién iba a decir que iba a encontrarme con esta maravillosa versión de mí misma en medio de una pandemia.


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