¿Por qué nos cuesta tanto ponerle límites a los niños?
Reflexionar sobre el tema de los límites nos lleva casi simultáneamente a un tema de culpas: culpa al “lo deja marcado para siempre”, “paso poco tiempo con mi hijo y no quiero ser el malo de la película”, “llora porque no me lo perdona”, y otros tantos. Lo cierto es que los niños desde la primera edad buscan un marco de límites para manejar su vida; los límites hacen sentir que interesa cómo me comporto, que no estoy librado al azar en un peligroso “dejar hacer”.
Al momento de poner límites es imprescindible no olvidar la capacidad de nuestros niños para manejar las situaciones que les son adversas, y aquí algunas premisas pueden ser de gran utilidad, o recordarles situaciones vividas:
Lema de la escalera: Cuando un niño llega al descanso final de una escalera, es porque le fue permitido subir los escalones. Cada pequeño permiso otorgado debe ser analizado con seriedad, ya que tiene carácter acumulativo, y actúa como sostén para el próximo pedido. Si un día puedo llevarme un caramelo del kiosco, la próxima pediré alfajores, y cuando la situación se torna terrible, nos preguntamos... ¿Cómo llegó hasta aquí?. Por el lema de la escalera. Pensemos cada permiso como un escalón, analizando su destino final.
Lema del botón: Cuando pulsamos el botón de una batidora, es porque sabemos que con ella vamos a poder batir. Es elemental, y así entienden los niños las respuestas de los adultos a sus conductas. Los niños no poseen aún capacidad de discernir entre una y otra situación, su pensamiento es lineal. Si hoy llorando conseguí no dormir en mi cama, mañana apretaré el mismo botón para obtener el mismo resultado. Por eso es vital ver en cada conducta un posible botón, evaluar cómo reaccionaremos ante la pulsación del mismo ya que será el motor de futuras conductas. El niño esperará obtener lo mismo. Obviamente habrá situaciones especiales, habrá momentos de consideración ya que los niños no son el perro de Pavlov. Pero aún así debemos conversar con ellos y darles paréntesis a las ocasiones que así lo ameritan.
Lema del Adulto Significativo: Sus referentes más importantes son sus padres. De ellos todo lo espera, y sin darse cuenta, la orientación moral que tomará su vida está en el ejemplo que de ellos tome. La conducta más evidente en este sentido es la imitación, arma peligrosa si las hay, ya que la mayoría de las acciones que hacemos (u omitimos hacer) son aquellas que no queremos que nuestros hijos repitan. Esto en primer lugar denota el famoso “enseñar con el ejemplo”. Pero ser el adulto significativo de un niño implica también “plantarse” con seguridad ante sus ojitos, no dudar de lo que se hace, y no perder de vista jamás que el que sabe lo que al niño le conviene es el adulto, y es por ende quien toma las decisiones. Explicarlas, conversarlas, está bien, pero con la firmeza de no permitir que se convierta en un escalón de la escalera, y explicando siempre que mamá y papá son los que saben qué decisiones son las correctas (aún cuando nos equivoquemos). Lejos de crear una figura pseudo fascista (como nuestra culpa tratará de hacernos creer), el niño sentirá respaldo al saber que detrás suyo están sus padres con la seguridad de hacer lo correcto.
Lema de la no contradicción: Al momento de enfrentarnos a la puesta de límites, es fundamental estar de acuerdo como familia. Si el niño huele en el aire que uno de sus padres objeta el límite puesto por el otro, tardará un segundo en ponerse bajo su defensa. Como resultado, el poder de decisión del adulto pierde valor, y bajo el lema del botón la próxima vez el niño procurará ponerse bajo las faldas de otro defensor. Aunque los padres podemos disentir, lo importante es discutir sobre los métodos cuando el niño no está presente, y mostrarse como una única figura “jurídica” frente a él.
Lema de los acuerdos: Puede resultar útil un acuerdo familiar escrito, o relojes de las emociones como fueran mencionados en la anterior entrada, poniéndose de acuerdo en aquello que consideramos o no pertinente. Pegado en la heladera puede ser referente en momentos de crisis. También pueden incluirse las sanciones al infringir el acuerdo.
Lema de la autoridad de la palabra: Si una sanción determinada no dura lo que prometía, si digo “vamos” y dejo que mi hijo “berrinchee” en el piso esperando a que se le pase, mi palabra carece entonces de autoridad. El niño sabrá que la próxima sanción no será tan temible como prometía, porque mi madre se arrepiente en la mitad, sabrá que puede tirarse al piso sin que papá se vaya y lo deje solo. Siempre caemos en el lema del botón. Una sanción es un acuerdo previo ante el no cumplimiento de una premisa, debe ser cumplido para que su efecto “surta resultado”. Vamos significa tenemos que irnos, intente llegar a la puerta y verá que su hijo en un santiamén está a su lado. Que su palabra tenga valor, y no sea simplemente un sonido que su boca emite.
Siempre es bueno pensar en el mensaje que hay detrás de cada conducta. Si no cumplo una sanción ¿Qué mensaje le doy a mi hijo? Que la próxima tampoco la cumpliré. Si lo dejo elegir qué comprar en el súper hoy ¿Qué mensaje le llegará a su matemática pura? Que la próxima no habrá motivo para decirle que no. Si entendemos nuestras actuaciones como mensajes, reflexionando un segundo, veremos qué comunicar y cómo hacerlo mejor. No tengamos miedo, colegas padres, ninguna infancia a sido marcada por un padre firme en su justa medida, por un límite puesto a tiempo. Las infancias marcadas son aquellas teñidas por el desamor, y la falta de límites, de respaldo; el saber que mis padres saben lo que me conviene y de cuán contenido me hace sentir, eso es lo que puede determinarme como persona. No sienta culpa, no vaya a llorar a la cocina . No subestime a los niños que olfatean la culpa a kilómetros, y esa será su arma próxima, su botón preferido.
Pensemos en cuánto mejor estaríamos como sociedad si todos manejáramos los acuerdos con respeto, al mejor modo de carita feliz y carita triste.
Disfrute de sus hijos, y críelos con confianza. No hay nada mejor para ellos que la certeza de que usted está detrás decidiendo lo que cree correcto, con firmeza, aunque se equivoque. A ellos, sólo DÉJELES LA TAREA DE JUGAR .
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