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¿Podría alguien educar sin amar?


Buscando y buscando, con cierto pretexto,

en mi alma inquieta podría citar

que el verbo educar del latín proviene

y habla a las claras de quien ha de guiar.

Tal vez ya cansada en este siglo impiadoso

con tanto al alcance para poder llegar,

rehúso a sentirme un simple gps

...o un google maps.

Entonces me llega, casi sin quererlo,

¿Podría alguien educar sin amar?

¿Podría el mundo dejar de girar?

¿Podría el invierno perpetuarse en el poder y no dar paso a la primavera?

¿Podría el pez nadar en la tierra y la cigarra cantar bajo el mar?

¿Podría acaso dejar de buscar quien modela la arcilla

su pieza final?

¿Podría quien escribe quizá imaginar

un mundo sin letras para entrelazar?

¿Podría quien pinta dejar de soñar?


Educar es sinónimo de amar.

No vengamos con falsas promesas...

sabemos que nada es sencillo al final.

Nos levantamos, caemos, y nos volvemos a levantar.

Pero somos nosotros con nuestras infancias

los que hacemos a este mundo girar,

los que festejamos el aroma a primavera

e inventamos mundos donde todo puede pasar,

los que dejamos para hoy los sueños

y para mañana el quizá…

Porque amamos lo que hacemos,

porque sabemos que quien enseña y quien educa

lo hace desde que nace

y por siempre lo hará...

Texto: Leila Daleffe.

Ilustración: Elizabeth Aguillón.

Narración: Elena Santa Cruz.



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