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Parar para poder seguir...


Tuve muchos momentos en los que quise bajar los brazos.

También momentos de euforia, de esperanza y de proyectos.

Momentos de sueño y de sueños.

Momentos de soledad, momentos de aislamiento y momentos de muchedumbre.

Momentos en los que renegué del protocolo, y otros en los que pude cumplirlo.

Como ustedes, me asusté, tuve miedo.

Tuve frío, mucho frío.

Sentí frío en el cuerpo, un frío físico y emocional.

Celebré mi vacuna, la vacuna de los míos, las de mis colegas.

La celebré como si retrocediera en el tiempo y descubriera el fuego, o la penicilina, o algunas de esas cosas que hoy se me hacen imprescindibles.

Proyecté, secuencié, trayecté…

Una vez más descubrí que las infancias lo son todo para mí y para el mundo.

Que rezamos casi como en plegaria: por ellos todo, por ellos todo…

Lo repetimos una y otra vez porque lo tenemos hecho carne.

Escribí mucho, documenté.

Hice historia, escribí la historia.

Ahora llega el momento de poner pausa.

Detener por unos instantes la inercia del tiempo.

Necesitamos parar para poder seguir.

Para poder seguir escribiendo la historia.

Seguir con temores y euforias,

Con nuestros mantras y religiones,

Y quien sabe, al regreso, mientras seguimos, quizá el mundo vuelve a acomodarse un poco.

Y se vaya el frío... y regresen las flores y el olor a vida.


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