No todas las brujas son malas!!!

Grrr. Estoy muy enojado al contar esta historia.

Mis hermanos me dicen Gruñón, pero mi nombre real es Matute.

Esta anécdota se remonta a un día en el que trabajábamos en la mina con mis seis hermanos. Cuando se hizo la hora de volver a casa, mucha fue nuestra sorpresa al descubrir que una atrevida señorita estaba durmiendo en nuestras camitas, había limpiado, ordenado y preparado la cena… ¡Todo estaba fuera de lugar! Grrrrrr. Yo me enojé más que todos, porque era mi cama la elegida.

Cuando despertó nos contó su historia…

Su nombre era Blancanieves, una preciosa niña de pelo castaño y tez blanca cual la nieve…

Su malvada madrastra, la reina, la había mandado a matar con el cazador, que de muy buena fe la salvó y la envió a refugiarse a nuestra casa. Por supuesto que aceptamos cuidarla, pero yo me enojé de nuevo… Grrrr. No es que yo sea chinchudo, es que nos mandó a lavarnos las manos antes de la cena!!!!

Al otro día, antes de irnos a trabajar, le aconsejamos tener cuidado con cualquier extraño, ya que la reina era conocida por sus maleficios.

Pero al volver la noticia fue terrible…

Encontramos a Blancanieves tendida en el suelo, pálida, desmayada, como muerta…

Los animalitos del bosque nos contaron que vieron a una anciana ofrecerle una manzana, y que luego de darle el primer mordisco, Blancanieves se desvaneció…

Compungidos, tristes, y yo muy enojado, Grrrrrr, le construimos una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse, y su belleza fuera observada por todos los que la visitaran, por siempre jamás…

Pero mayor fue nuestra sorpresa, cuando en medio de la despedida se acercó un gentil caballero, montado en su negro corcel…

El parecía conocerla de antes, aunque nunca supimos de dónde…

Se acercó con tristeza, tímidamente, y con suavidad besó sus labios delante de nuestro asombro. A mí no me gustó nada ese muchacho, Grr, quién se creía que era, caramba, atrevido y descarado…

Pero ante este primer beso de amor vimos como Blancanieves despertaba lentamente como si hubiera estado sumida en un plácido sueño…

Y así fue como se rompió el hechizo de la malvada reina, de quien nadie ha vuelto a saber nunca más…

Y aunque mi enoja fue también grande cuando la vi partir, supe que su felicidad estaba sin dudas al lado del valiente y bravo caballero.

Y lo último que me queda por decir, Con cierto enojo porque el amor me enoja, Grr, es que la maldad nunca puede contra el amor, porque el corazón es el mejor custodio de nuestros sueños.

Grrr.

No le cuenten esta historia a nadie, me irritaría ser famoso. No soporto el cariño excesivo de los admiradores.

Nos vemos en otra oportunidad, grrr, si es que quiero.

Los saluda con enojo.

Matute, alias gruñón.

Con este comienzo, con esta reelaboración literaria de mi autoría, hoy vengo a hablarles de los cuentos tradicionales.

Han pasado por muchos momentos, estos cuentos que han dado vida en la pantalla grande a la mayoría de las fantasías que tuvimos de niños quienes rozamos la cuarta década.

Momentos de apogeo, momentos de negación y crítica, momentos de grises...

Lo cierto es que los clásicos que vinieron de la mano de autores como los hermanos Grimm, Perrault, Andersen, merecen un lugar y análisis especial en cuanto a literatura infantil nos referimos.

Como docente a cargo de biblioteca, debo decir que los niños aún sienten particular atractivo por los cuentos clásicos, como si fueran de alguna manera una columna que atraviesa generaciones y se abre ante la mirada maravillada del infante, rodeándolo de bosques encantados, malvados más que malvados, animales parlantes y finales felices.

Actualmente, vienen a competir con estos cuentos un amplio panorama de literatura contemporánea:

• Libros que transmiten valores, sentimientos, con hermosas ilustraciones y textos simples que abordan lo cotidiano.

• Libros que sólo se encargan de describir colores y formas, la mayoría de ellos solventados o metidos en el mercado por personajes de dibujitos animados y sus compañías patrocinantes.

• Libros con tal significado etéreo cuya lectura se hace difícil hasta para un adulto, que parecieran proponerse transgredir los límites de lo habitual, moverse como libros "cool" y que lo único que generan es desconcierto.

Ante esta realidad, los cuentos tradicionales tratan de sobrevivir con su manotazo de ahogado a la crítica actual que cuestiona el miedo al que exponen a los niños, las muertes tempranas como desatadoras de conflictos y los finales ineludiblemente felices y predecibles.

Pues bien, creo que es momento de dedicarles un poco de tiempo y agradecer tantos años de lectura, tal vez dándoles una vuelta de tuerca...

Propuestas concretas:

• Trabajar con adaptaciones de autores contemporáneos, por ejemplo, Adela Basch, sin dejar de mencionar los autores reales y hacer breves reseñas de acuerdo a la edad del tiempo y lugar en el que vivieron.

• Realizar reelaboraciones literarias con los niños, pensando otros conflictos, otros finales, otros personajes, o bien como la idea que les propuse al principio, pensar la historia contada por un personaje secundario, testigo visual o un narrador diferente.

• Abordar los aspectos comunes, por ejemplo, trabajar las brujas como personajes de cuentos, los lobos, los objetos mágicos, las resoluciones maravillosas (ver "Más ideas" "Las brujas como personajes de cuentos" en entradas relacionadas dentro de este blog).

• Abordar cuentos tradicionales de otras culturas, por ejemplo de medio oriente, China, Japón, y buscar similitudes y diferencias.

• Crear historias alternativas que puedan desprenderse del cuento.

• En grados superiores pensar en los cuentos como testimonios de una época, desde donde se pueden recoger nociones relacionadas con las estructuras socioculturales.

• Por último, pensar en heroínas actuales: cómo serían hoy en día las Blancanieves, las Bellas Durmientes, pensar en mujeres más luchadoras y menos sumisas como un estereotipo a desafiar.

Con una mirada apropiada, es tiempo de darles un enhorabuena de pulgar a los cuentos tradicionales, mirarlos, analizarlos y por qué no, disfrutarlos como resabios literarios de otra época que han sabido mantenerse de una u otra manera hasta nuestros tiempos.