Esa maravillosa capacidad de renacer...

A menudo pensamos en nuestro nacimiento, en el nacimiento de los niños, los otros, los que han nacido y los que vendrán...

... Pero muy pocas veces pensamos en nuestra maravillosa capacidad de renacer.

Como cuando una ciudad se ve azotada por un huracán, cuando la devastación parece absoluta, las comunidades demuestran su capacidad de renacer. Las paredes se levantan, los muertos se lloran, los recuerdos quedan, pero la gente renace...

Como cuando los hombres juegan a la guerra, y la vida pende de un hilo. Las distancias se miden por lo tardío del sonido del cañón, el temor se apodera del alma y los días son noches permanentes. Aún así, y aunque algunos no han visto todavía las banderas blancas, la paz en algún momento llega y la gente renace...

Como cuando un temporal de lluvia desborda los ríos, devorando todo a su paso, dejando solo agua y soledad, animales heridos, alambrados rotos, cosechas sin futuro... El sol vuelve a salir, los hombres vuelven a sembrar y la gente renace...

Como cuando perdemos a alguien, la sensación absoluta de desosiego, el aprender a convivir con un dolor que nunca nos abandonará del todo, el camino por el abismo, la soledad perpetua... Sin embargo, miramos a los otros, los que como nosotros han sobrevidido y sostienen nuestros restos. Se convierten en la excusa maravillosa para renacer...

Esa maravillosa capacidad de renacer...

Curar las heridas.

Mirar adelante.

Atender la otredad.

Reinventarse.

Buscar la vuelta a lo que parece un final acabado.

Ayudarse unos a otros.

Mirar y mirarse.

Fijarse sueños.

No abandonar metas.

Acomodar los retazos de lo que fuimos y tejernos de nuevo.

Diseñar cuentos con otros finales.