Entender que el NOMBRE es más que un montón de letras
El nombre de cualquier persona es mucho más que una unión de letras que se convierten en sonido cuando alguien lo llama.
El nombre es propio no por su definición semántica, sino porque alude a la identidad, a la autoestima y a la visión de uno mismo… derecho inalienable para todos, sobre todo para los niños.
Es por eso que, al momento de empezar a pensar en la enseñanza de la escritura del nombre propio, debemos primero sentarnos a pensar en la importancia que tiene ese nombre desde el punto de vista de la identidad.
La identidad y el nombre se configuran como uno de los derechos humanos por excelencia, y aunque pareciera simple y evidente, muchos trances de nuestra historia nos han arrojado tristes verdades acerca de la supresión de este derecho.
Necesitamos comenzar abordando e indagando aquellas cuestiones que hacen de los nombres de nuestros alumnos algo especial para ellos, así el nombre dejará de inmediato de ser una sumatoria de letras arbitrarias para llenarse de significado.
Les dejo algunas ideas que siempre funcionan:
Indagar mediante algunas preguntas cómo fue elegido el nombre del niño, si alguien en su familia se llama como él, quienes participaron en la elección.
Averiguar el significado de los nombres y armar un diccionario de nombres de la sala.
Armar un póster con los nombres y con los apodos de los alumnos, incluir también a las docentes es una buena idea para generar pertenencia de grupo.
Armar una poesía con los nombres y rimas divertidas.
Trabajar con carteles de los nombres SÓLO PARA APOYO Y CON FINES LÚDICOS. Por ejemplo, realizar memotest con los carteles, hacer círculos con el piso con las iniciales para que ellos se agrupen, o bien ofrecerlos a quienes deseen escribir sus nombres en los trabajos grafoplásticos.
Realizar un DNI para jugar en la sala, dibujándose a sí mismos, escribiendo sus nombres como puedan y luego plastificarlo siguiendo el formato original.
Ya hemos transitado lo suficiente como para saber que un niño no aprende más acerca de su nombre o de las letras bolilleando, pegando lana sobre las iniciales, trozando, o armando con masa. Además de ser actividades sumamente difíciles motrizmente hablando y frustrantes para aquellos que no logran hacerlo, se abocan a habilidades que no se relacionan con la apropiación del nombre con su significado, con su peso categórico y su relación con la identidad.
El aprendizaje de la escritura del nombre propio dista mucho de ser sólo un entramado de letras atado a las convenciones de escritura, de la alfabetización y la motricidad fina. Si caemos en darle este significado, nos veremos envueltos en actividades repetitivas, conductistas, mecánicas.
En cambio, si logramos analizar el derecho inalienable a la identidad y al nombre, el camino hacia la escritura del mismo será natural y ligero. Los niños estarán tan entusiasmados, que en muy poco tiempo desearán ellos mismos distinguirse con la escritura de su nombre, como aquello que los hace únicos.
Desde el momento de su nacimiento, toda persona tiene derecho a obtener una identidad.
Formemos parte de la reivindicación de este proceso.
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