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Cuando un niño no me mira...


El niño camina, ingresa al jardín y va directo al arenero. Allí se detiene durante varios minutos con una ramita pequeña. La observa, detenidamente.

La docente se acerca, lo saluda, le acaricia, le habla. Pero el niño no la mira.

Un vendaval de compañeros inician una sorpresiva persecución entre ellos. Pero el niño sigue allí, hablando hacia adentro, mirando su eterno adentro…

Todo aquello que en la sala de uno y comienzo de los dos años podía enmarcarse dentro de las características habituales para la franja etaria, comienza a hacernos ruido al mediar la sala de dos y comenzar la sala de tres.

Los docentes, cuya principal herramienta es la observación, pueden comenzar detectando algunas dificultades o bien ausencia de interacción con los pares, escaso contacto visual, ensimismamiento, concentración prolongada en actividades solitarias, generalmente que incluyen la exploración de objetos pequeños, entre otras cosas.

El docente observa, nunca diagnostica.


Pero ¿Qué debemos observar?

  • No registra su nombre, no atiende cuando se lo llama.

  • Problemas en la comunicación verbal y no-verbal: comenzamos viendo algunas dificultades para incluir los primeros vocablos, no repite onomatopeyas ni sonidos de canciones y tampoco se entusiasma con gestos y movimientos que el docente invita a realizar.

  • Tendencia a mantenerse aislado y dificultad para establecer contacto visual.

  • Conducta estereotipada: Habitualmente el niño que padece autismo establece una rutina o rituales específicos que son anormales por su intensidad a su edad. Por ejemplo, siempre está con un mismo objeto tocándolo o mantiene meticulosamente el orden de los zapatos. Cuando los padres tratan de corregir estas conductas por lo general cambian su comportamiento.

  • Hiperactividad- pasividad y rechazo al contacto físico: por momentos, suele tener una conducta hiperactiva se mueven de un lado para otro, posteriormente se quedan quietos y no les gusta ser molestados, no les gusta que los topen o que los quieran cargar.

  • Observar si hay registro de posibles peligros en juegos y desplazamientos.

  • Hiper o hipo sensibilidad: observar si se perturban con sonidos fuertes, con olores, etc.

  • Juegos repetitivos y solitarios, con conductas corporales reiteradas como balanceos, aleteos, etc.

El docente observa y en todo caso comunica en una ordenada secuencia que dependerá de cada Institución para poder llegar luego a la familia y acercar la inquietud.

Probablemente, los padres hayan notado algunas de estas situaciones que el docente evoca, aunque a veces puede pasar que no.

En la mayoría de los casos con TEA, los niños hasta el año y medio aproximadamente desarrollan una evolución promedio del lenguaje y la socialización, diciendo algunas palabras, interactuando con algunas personas en particular, mostrándose tímidos o indiferentes con otras. Hasta que un día dejan de hacerlo. Es este el primer signo de alarma, y probablemente lo conozcamos si evaluamos la situación con sus padres.

Es difícil entonces encontrar el punto de equilibrio: una empatía normal nos lleva a entender que a esos padres les estamos haciendo llegar una información preocupante y a su vez debemos mantener la postura objetiva que dé respaldo a nuestra observación.

Puede pasar luego una larga sucesión de hechos, diagnósticos médicos, derivaciones, muchas de ellas estarán fuera de nuestro alcance, de otras recibiremos reportes. Es importante aquí acompañar a la familia ya que podemos encontrar cierta reticencia, a veces lógica para encarar un proceso que será difícil y que los signará de por vida.

Pero esta primera etapa diagnóstica, cuanto antes sea iniciada, y cuanto antes el niño y familia encuentren la forma de situarse y actuar en esta realidad que los atraviesa, antes podrán comenzar tratamientos para ayudar y motivar al niño.

El niño no es autista, el niño padece autismo. Es una condición que lo involucra pero no que lo define del todo.

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, abreviado DSM), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (en inglés, American Psychiatric Association, abreviado APA), es una obra que contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin de que los clínicos e investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar, estudiar e intercambiar información y tratar los distintos trastornos.

La edición vigente es la quinta, conocida como DSM-5, y se publicó el 18 de mayo del 2013.

A partir del mismo, se incluyen en TEA trastornos conocidos como TGD, Asperger, entre otros, o el mismo autismo cuya definición anteriormente era más acotada.


El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno neurobiológico del desarrollo que ya se manifiesta durante los tres primeros años de vida y que perdurará a lo largo de todo el ciclo vital. Las conductas observables dentro del espectro autista son dos: • Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social. • Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades.


Como ayudar desde la docencia:

  • Como todo alumno, será necesario comprender la necesidad individual, lo que implicará esfuerzo y creatividad para adecuar la propuesta sin excluirlo de la dinámica cotidiana del jardín. Conociendo o no la patología, haya sido diagnosticado o no, sigue siendo alumno y es nuestra incumbencia más allá de la familia, la terapia, la integradora.

  • Informarse, investigar, preguntar y pedir ayuda. Mientras se diagnostica, intervenir en las conductas que nos llaman la atención. Por ejemplo, si el niño juega con la rueda en lugar del auto, acercarse y hacer rodar el auto observando si hay imitación o no.

  • No marcar la diferencia. No hacer nosotros diferentes a los niños, ya que el resto de los compañeros terminará por legalizar esta exclusión.

El potencial del niño que padece autismo está intacto. Tendrá sus habilidades intactas esperando a ser descubiertas. Quizá como un cofre cerrado, cueste un poco más encontrar la clave, pero una vez abierto podremos maravillarnos con su increíble despliegue de colores. El mundo del niño que padece autismo es un mundo repleto de interioridad, de riqueza emocional por ser explorada.

La condición puede determinar un patrón de conducta, pero será el ambiente que favorezca o limite la expansión de este potencial.

Se trata básicamente de no condicionar por la condición.

Stephen pudo encontrar la forma de vincularse con el mundo a través del arte, uno de los más sorprendentes lenguajes que el hombre ha creado.

Ayudemos a nuestros niños y alumnos a que puedan encontrar su camino, su forma de mostrarle al mundo todo aquello que son más allá del autismo. Y recordemos por último, que hay tantos tipos de autismo como niños con autismo existen en el mundo. Descifrar la forma de acercarnos y ayudarlos será nuestro desafío.

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