Infancias en pandemia... ¿Qué nos preocupa hoy?
En este tiempo de resguardo, donde el tiempo parece haberse detenido, padres y docentes nos encontramos en la misma preocupación... ¿Qué secuelas quedarán en estos niños atravesados por la pandemia?
Somos padres. Somos docentes.
Frente a nosotros se perfila la infancia, depositaria de la mayoría de nuestras ilusiones y de nuestros temores.
Tememos...
Tememos por las huellas que esta pandemia pueda dejar en nuestros niños.
Todo tipo de huellas, algunas más profundas que otras.
Tenemos miedo de no haber sido capaces de hacer lo suficiente por ellos, para que aprendan lo suficiente, se vinculen lo suficiente, recuerden lo suficiente...
Tememos que pierdan la costumbre de estar con otros, de crecer con otros, de aprender con otros...
Tenemos miedo que se les olviden los números, las letras, los libros de papel...
Tenemos miedo de haber perdido la rutina, esa enemiga beneficiosa que nos ordena y nos limita... Estos niños, señores, han perdido cuanto hábito horario existía, por más esfuerzo denodado que hagamos las familias y la Escuela, como santas instituciones, para mantener el orden preestablecido y no permitir que vayan a zoom en pijama...
Hemos tratado con un esfuerzo sobrehumano mostrarles que no todo había cambiado; que detrás de la pantalla seguía la escuela, que detrás del celular estaban los abuelos y sus besos con gusto a todo, que detrás de los barbijos está el aire...
En el medio de semejante lucha, hemos dejado de ver cuánto pudimos haber ganado...
Queridos padres, queridos docentes...
Los niños al nacer, y nosotros entre ellos como niños que fuimos, atraviesan una de las más traumáticas experiencias, y a su vez la más maravillosa.
Abandonan el vientre materno con su cálido abrigo y su mar sereno para sumergirse en una bocanada de aire que por poco los ahoga y los lanza a la necesidad de llorar para alimentarse.
Sin embargo, sobreviven...
Y están aquí entre nosotros...
En un simulacro seco del vientre materno, la familia vuelve a cobijarlos y a cuidarlos.
¿Qué es entonces lo que nos preocupa?
¿Las aulas vacías?
¿Las alfabetizaciones clásicas?
¿La re elaboración del vínculo?
¿La reinvención de un mundo que parecía acomodado?
¿Cómo será el regreso? ¿Cuál será la nueva normalidad? ¿Cómo la vivirán estos niños?
Quizá lo que nos preocupa es que nuestro mundo se haya quebrado en pedacitos, tan pequeños que en algún punto nosotros también volvemos a ser niños.
No se preocupen, queridos adultos. El niño sabrá volver a nacer.
Se lanzará al mundo cuando esté listo para recibirlo, tomará la bocanada de aire en lo que quizá sea también una experiencia difícil, pero sabrá salir adelante.
El niño, después de todo, sabrá volver a nacer...