La intervención docente: un deber ético.
Hay una maravillosa frase que dice que cuando un niño modela con arcilla su vasija, la vasija también lo modela a él.
Esta es la idea que quiero que tengamos presente.. Somos arcilla y vasija, somos docente y alumno, unos y otros, al momento de enseñar y aprender, nos modelamos y transformamos.
Durante los últimos tiempos, nos hemos visto envueltos en teorías que, por centrar el proceso educativo en el aprendizaje del niño, desatendieron la irreemplazable acción del docente.
Pensar en la intervención adecuada es precisamente pensar prioritariamente en ese proceso de aprendizaje que el niño realizará sin desatender las acciones que llevaremos a cabo para que eso suceda.
Por eso, la primer intervención docente, en el área artística y en cualquiera que se precie, es la planificación. Es ese nuestro primer encuentro con el alumno, el paso elemental y fundamental para poder potenciar la capacidad creativa de nuestros niños, potenciando la nuestra: es decir, pensando con originalidad, con sentido, con coherencia, preguntándonos el por qué llevamos a cabo determinada actividad y por qué decidimos prescindir de otras.
La segunda instancia donde el docente define su intervención es en la forma en la que expresa la propuesta. Ya no se trata de presentar todos los días una caja sorpresa con elementos que, la mayoría de nuestros alumnos ya conocen. Sí se trata de estimular la maravilla ante lo diferente, y en todo caso, centrarnos en la maravilla de su propio proceso creativo. El docente, al dar la consigna, estará interviniendo en esos procesos, y la forma en la que convoque a la actividad será determinante. Ya hemos visto que no es lo mismo ofrecer una actividad de control de gesto gráfico que, por ejemplo, aquella en la que decidirán qué material, herramienta y soporte usar.
¿El docente interviene durante la actividad?
Me permito responder con otra pregunta… ¿Por qué motivo el docente no debiera intervenir durante la actividad?
Es ese docente que se perfila al servicio del niño que conoce, y que es conocido por él. El niño tendrá muchas oportunidades por ejemplo para decidir la orientación vertical u horizontal de la hoja, pero quizá en alguna ocasión conforme a lo que ha planificado hacer, el docente le sugiere una orientación explicando sus argumentos, y transformando esa intervención personal en una instancia de aprendizaje.
El docente interviene si el niño ha realizado una producción con esfuerzo y concentración y luego decide utilizar el negro para cubrirla por completo. El docente aconseja, explica y puede, por ejemplo, dar otra hoja para que esa actividad continúe.
En síntesis, el docente interviene en pos de la máxima potencialización de la función creadora. Estimula la autogestión sin dejar de tomar acción cuando lo cree conveniente.
¿Cuál es la intervención que el docente no debe realizar?
Definitivamente, la más evidente es que jamás toma posesión de la herramienta y produce en la hoja del niño. Tampoco “anota” o “describe” lo que el niño hizo sobre tu trabajo. Si lo cree necesario, lo hará en el reverso de la hoja.
Tampoco hará marcos que afecten la totalidad de la producción del niño. Cuando realiza un marco, consensúa con el niño y puede, si es factible, hacerlo con él.
Para finalizar, la máxima intervención que realiza en docente es cuando co-evalúa con el niño. Es decir, cuando observa con él lo realizado, lo estimula, lo reconoce, lo aconseja en aquellos casos en que puede, una vez siguiente, sortear algún tipo de obstáculo si ha surgido.
Como docentes, nos conformamos como adultos significativos en el ámbito escolar y en la vida de nuestros alumnos. Debemos intervenir para poder trabajar en su zona de desarrollo próximo, andamiarlos, provocarles ese salto sustancial que es, en definitiva, crecer y aprender.