Con el cuidado escrito en el cuerpo
"La superficie del cuerpo. Se trata de una particular frontera que delimita algo más que un adentro y un afuera, un yo y un no yo. Superficie que sostiene las representaciones, envuelve los afectos, deja que se inscriban las sensaciones con letras de tintas visibles e invisibles que abandonan sus marcas en la piel"
Graciela Frigerio.
Partamos de una premisa. El cuidado pone a trasluz una asimetría inherente: alguien que cuida y otro que "es" o "debe ser" cuidado, un campo en el cual compartimos responsabilidades primeramente los padres, luego docentes, cuidadores, escuela en general, y por qué no, los niños como pares. En este campo asumimos conocer lo que el otro quiere y necesita.
En la primera infancia, el cuerpo del niño se convierte en un escenario central que nuclea muchas de las acciones de los adultos que lo rodean. Un cuerpo que hay que alimentar, limpiar, proteger, preservar...
En este escenario los adultos evidencian su rol, su trabajo y su amor.
Muchos de nosotros como docentes y como padres participamos en esta demostración de amor hacia los niños.
En el campo de la docencia, hemos podido observar a lo largo de los años varias situaciones alarmantes que nos ponen en vigilancia respecto al cambio de mirada de la infancia y de la relación parental.
No hace falta hablar de escuelas ricas y escuelas pobres, ni ponernos a leer estadísticas relacionadas con los recursos, las composiciones familiares, etc. Sabemos que muchas cosas han cambiado a lo largo de los años, pero algunas de ellas merecen especial atención:
Niños que concurren con falta de aseo a las escuelas y jardines.
Niños cuyas ropas no siempre cumplen su verdadera función de cuidar y cubrir el cuerpo.
Niños que refieren mala alimentación, que llegan a los colegios sin desayunar, con las consecuencias físicas, anímicas y de rendimiento que esto acarrea.
Situaciones de mayor gravedad nos enfrentan a los docentes con la triste realidad de niños golpeados, o mal cuidados, o dejados libres al azar.
Escuelas, centros de cuidado, guarderías, que no cumplen con cuestiones de salubridad elementales, apareciendo aquí el estado como cómplice, sabiendo o desconociendo...
¿Quiénes responden como responsables directos de estos cuidados? ¿Quiénes deben garantizar las condiciones de salud integral de los niños en todas edades?
Como bien nos enuncia Graciela Frigerio, toda situación de cuidado o abandono deja sus marcas en la piel, marcas que no son difíciles de leer.
El adulto es el otro. El que debe cuidar, el que debe observar y preservar, el que debe asegurar ese cuidado.
Ya no alcanza con poner la responsabilidad en otro lado. La responsabilidad del cuidado del cuerpo de cada niño es aquí y ahora.
En nuestra responsabilidad en el ámbito que nos competa. Como padres, desde que nos enteramos que nuestros hijos están en camino ya debemos comenzar a cuidarlos, desde niños somos quienes aseguramos las condiciones de salud e higiene que harán su crecimiento, y como docentes somos partícipes directos, observando, acompañando, cuidando desde el Jardín o el Aula.
Es la única manera de enseñar a los niños a cuidar al otro y a cuidarse también.
Debemos asegurarnos que el niño tenga siempre EL CUIDADO ESCRITO EN EL CUERPO.